El síndrome de dolor miofascial es un padecimiento que afecta a muchos pacientes, y la mayoría de ellos no son bien diagnosticados, por confundirse con disfunción articular aislada.
Éste consiste en un síndrome de dolor regional que se caracteriza por la presencia de puntos gatillo musculares, que son áreas pequeñas, muy sensibles en los músculos masticatorios y del cuello, asociadas a masas o nudos en una banda muscular.
La palpación produce dolor localizado y dolor reflejo en áreas un poco más lejanas. El principal motivo de consulta en este tipo de pacientes es dolor muscular en la cara con mucha sensibilidad del área y, a veces, fatiga crónica, mareos, alteraciones del sueño, entre otros síntomas del sistema nervioso central.
La fisiopatología de esta condición es incierta, incluso se habla de su origen multifactorial (maloclusión, estrés, mala postura, discrepancias esqueletales); sin embargo, se cree que los puntos gatillo son producto de la contracción de un grupo de fibras musculares, y de allí deriva el por qué de los tratamientos existentes.
Las inyecciones terapéuticas de toxina botulínica representan un tratamiento seguro y efectivo para algunas condiciones médicas, entre ellas la anteriormente descrita. Estas condiciones son el resultado de una sobrereactividad focal del músculo esquelético, y lo que hace la toxina es inhibir la liberación de acetilcolina (neurotransmisor) en la union neurona-músculo, y por eso éste no se puede contraer; además, ya está descrito que tiene una acción anti-nociceptiva (anti-dolor), ya que modula la actividad de ciertos neurotransmisores para el dolor.
En conclusión, la aplicación de toxina botulínica para tratar el dolor musculoesquelético es una manera efectiva y segura de abordar el tema con éxito, si se aplica en las zonas y dosis adecuadas, brindando al paciente una mejor calidad de vida.